ESPECIAL: Antigua industria salitrera chilena, legado social con aprendizajes para actual minería de cobre y litio

Por Cristóbal Chávez Bravo POZO ALMONTE, Chile, 6 oct (Xinhua) — La industria salitrera en Chile de fines del siglo XIX y principios del XX impulsó la economía del país sudamericano y reconfiguró a la sociedad chilena, con la creación de una clase obrera minera y las consecuentes luchas sociales, aprendizajes que hoy en día alcanzan a las industrias del cobre y el litio que la nación austral lidera a nivel mundial. Las oficinas salitreras Santiago Humberstone y Santa Laura fueron construidas en medio del desierto chileno de Atacama (norte), uno de los más áridos del mundo, y en 2005 fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Se encuentran en la localidad de Pozo Almonte, a unos 40 minutos al oriente de Iquique, la comuna más importante próxima, en la región de Tarapacá. “Chile es uno de los países que se caracterizan por su desarrollo económico por los minerales”, afirmó a Xinhua el director de Patrimonio e Investigación de la Industria del Salitre y del Yodo de la Corporación Museo del Salitre, Patricio Díaz. El experto explicó que la sustancia salina contenida en el caliche estaba en medio del desierto, por lo que “para poder hacerlo industrial y sacar este producto se requirió que vinieran las personas”. Así nacieron estas “pequeñas ciudades” que acogían a empleados, obreros y sus familias, quienes tenían acceso a vivienda, colegios, hospital, iglesia, pulpería (tienda), recintos deportivos y un teatro que emitía 250 películas diferentes al año, entre otros servicios. Estos poblados llegaron a alojar unas 4.000 personas hasta la década de 1960, cuando dejó de funcionar, pero sus vestigios son a la fecha una parada obligada para quienes visitan la región de Tarapacá. “Eran trabajadores de la agricultura y llegan sin educación. Casi el 50 por ciento eran analfabetos. Tienen que aprender oficios: manejar un caldero, un compresor, una locomotora, una molienda”, mencionó Díaz. “Las empresas se ven obligadas a formar escuelas, colegios de primarias para que les enseñen a leer y escribir”, abundó el experto, al señalar que de “ahí nace la clase obrera en Chile para toda la minería”. “Empieza la identidad de las personas. Nace el término pampino donde se identifica la persona. Eso fue importante para el desarrollo de este país”, aclaró el entrevistado. En 1914, Chile controlaba el 47 por ciento de la producción mundial de salitre, aunque tras el invento del salitre sintético ese mismo año y luego de la crisis económica de 1929, la producción cayó al 11 por ciento en 1935, para luego seguir a la baja con 5 por ciento en 1950 y 0,4 por ciento en 1975. “La minería siempre ha originado que las personas que llegan a trabajar ven que hay una condición social, que todos los seres humanos la tenemos, de buscar una mejor calidad de vida, y vemos que los productos que se producen en Chile permiten tanto al empresario como al trabajador una mejor calidad de vida”, complementó Díaz. El entrevistado aseveró, sin embargo, que cuando esa diferencia “se agranda demasiado, vienen las luchas y movimientos sociales”. “Este ejemplo que ha ocurrido en Chile estos últimos años, de movimientos sociales, ocurrió allá por inicio de 1900, cuando también la gente luchaba por la eliminación de fichas (sistema monopólico de pago), por una mejor seguridad en el trabajo, por una mejor calidad de vida y ese es un ciclo que se va repitiendo”, dijo. Díaz hizo el parangón entre el estallido social que vivió Chile en octubre de 2019 y las protestas sociales de la minería del salitre hace más de un siglo, con la huelga por mejores condiciones de los trabajadores mineros en la Escuela de Santa María de Iquique, que terminó en una matanza que dejó más de 2.000 muertos. Para el experto, si la comparación se extrapola con lo que sucede en la actualidad, en un contexto en que Chile encabeza la producción mundial de cobre y litio, “no es que la gente esté en contra de los inversionistas, al contrario, lo que ellos dicen (es) que la repartición sea adecuada”. “Que el que tenga que ganar, que gane con sus características, por su inversión, pero también que ese reparto de utilidades sea bien adecuado para el trabajador”, sostuvo. Desde 1997, estas oficinas salitreras son administradas por la Corporación Museo del Salitre, que se propuso recuperar su valor y despertar así el interés de las personas por la cultura y el legado histórico del país. Fin

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