ESPECIAL: Iyulutepet: un latido verde en el corazón de El Salvador
Por José Gabriel Martínez y Douglas Martínez SAN SALVADOR, 15 ene (Xinhua) — El calor abrasador del mediodía acompañaba a Marvin Recinos mientras ascendía el cerro Nahuistepeque, un paraje que alguna vez vibró con la abundancia de su flora y fauna, cuando, de repente, entre los árboles dispersos, un yaguarundí (gato zonto) cruzó su camino. “La primera vez que vi a este gato zonto fue algo mágico”, recordó Recinos, fundador del proyecto de conservación ambiental Iyulutepet. “Ese encuentro reafirmó mi convicción de que debíamos hacer algo para proteger la naturaleza. La fauna es resistente, pero también necesita nuestra ayuda para sobrevivir”, añadió. Iyulutepet, que significa “corazón del cerro” en náhuatl, es un esfuerzo conjunto liderado por Recinos y un grupo de entusiastas voluntarios comprometidos con el medio ambiente. El proyecto busca preservar especies animales y su hábitat natural en un área que se ha convertido en un refugio para la flora y fauna local, luego de haberse visto afectada por la tala, incendios forestales y la expansión humana. Ubicado en el municipio de San Juan Tepezontes, departamento de La Paz, el proyecto ha transformado desde su fundación 5,7 manzanas de terreno (cerca de cuatro hectáreas) en un santuario para la biodiversidad mediante la restauración de áreas devastadas, reintroducción de especies y educación a las comunidades locales sobre la importancia de proteger su entorno. Restaurar el bosque, salvar vidas Iyulutepet se enfoca en cuatro pilares fundamentales: reforestación, educación ambiental, monitoreo de fauna y la creación de abrevaderos para las especies animales que habitan el cerro. “Hemos plantado árboles en zonas que estaban en riesgo de derrumbes, y los resultados han sido alentadores. Muchas especies de flora y fauna están regresando poco a poco”, comentó Recinos, al tiempo que destacó las campañas de limpieza y el uso de cámaras trampa para monitorear la salud de las poblaciones animales como partes importantes también del proyecto. Sobre la motivación principal para la creación del proyecto, Juan Carlos Recinos, miembro fundador y hermano de Marvin, explicó que esta “viene del hecho de querer tener una mejor condición de vida. Porque cuidar el medio ambiente es ganar-ganar; gana la naturaleza y ganamos los seres humanos que vivimos alrededor de ese lugar que se está protegiendo”. El deseo de crear un proyecto de conservación ambiental surgió también de la preocupación por la irresponsabilidad ambiental. Iyulutepet busca ofrecer un espacio donde los animales y plantas puedan coexistir en equilibrio, según Juan Carlos. Los abrevaderos, instalados en puntos estratégicos del cerro, han sido una solución innovadora para reducir la mortalidad animal. El calor extremo y la falta de agua obligaban a los animales a cruzar carreteras, lo que resultó en al menos 25 muertes por atropellamiento en 2023, según los miembros del proyecto. Sin embargo, ahora, gracias a los abrevaderos, “hemos reducido esas cifras en un 70 por ciento. Es un logro que nos motiva a seguir adelante”, explicó Recinos. “La idea de que los abrevaderos fueran de piedra es que fueran lo más cercano posible a la naturaleza, que no se vieran demasiado invasivos y que el animal tuviera la confianza para poder acercarse y beber agua”, detalló Juan Carlos. Según explicó, algunos abrevaderos han sido construidos con cemento y piedras recicladas, mientras que otros son piedras labradas, una técnica que pretenden expandir tras hacer un estudio cuidadoso para evitar impactos negativos en el entorno natural. El impacto de Iyulutepet puede observarse a través de las cámaras trampa instaladas en la zona, mediante las que los voluntarios monitorean los resultados de sus acciones. “Es el regalo más grande que recibimos: poder ver que de repente ya hay crías, que los animales se acercan a los bebederos. Por ejemplo, donde antes contábamos dos zorros, hoy podemos contar cuatro o cinco”, afirmó Juan Carlos. Este resultado refleja la colaboración entre humanos y naturaleza, donde incluso especies animales como murciélagos y cotuzas contribuyen a la reforestación de forma natural, gracias a que ahora disponen en el cerro de un mejor hábitat. Transformar conciencias Iyulutepet busca educar a las comunidades aledañas sobre la importancia de la conservación. “Hemos trabajado con los habitantes de dos cantones cercanos, quienes ahora entienden mejor la riqueza natural que poseen y cómo pueden ayudar a protegerla”, aseguró Recinos. Las charlas impartidas por biólogos voluntarios han cambiado conductas, como la caza de animales, y han fomentado una mayor colaboración entre los residentes. A pesar de los logros, el camino no ha estado exento de desafíos. Lo económico siempre es una limitante. Todo se hace de manera voluntaria, desde las charlas hasta la recolección de agua para los abrevaderos. “Además, hemos solicitado apoyo para señalizar las carreteras y evitar atropellamientos, pero no hemos tenido respuesta”, señaló Recinos, quien anhela mayor apoyo institucional y gubernamental para el proyecto. A pesar de ello, la pasión del equipo y la solidaridad de los colaboradores han permitido que Iyulutepet siga adelante. Un legado verde Iyulutepet ha atraído a voluntarios comprometidos, como el grupo Scouts, un movimiento de jóvenes y adultos que se comprometen a educarse y a contribuir al desarrollo de su comunidad, y que se unieron al esfuerzo de conservación ambiental para conectar a los jóvenes con la naturaleza real. Francisco Arias, representante del grupo, destacó que la experiencia en el cerro Nahuistepeque “es muy especial porque aquí estamos realmente con la presencia de muchos animales silvestres que por años se consideraron extintos en El Salvador y que hoy han regresado”. Arias subrayó que esta vivencia refuerza los valores scouts de protección al medio ambiente y fomenta un respeto profundo por la flora y fauna. Incluso, los más jóvenes encuentran inspiración en este proyecto. Hansel, un niño voluntario, ponderó su gusto y encanto “por venir a llenar los bebederos de agua, porque ayuda a los animalitos a que no crucen la calle y los atropellen”. Sus palabras reflejan la esencia del proyecto: un esfuerzo colectivo que combina amor por la naturaleza, trabajo comunitario y esperanza por un futuro más sostenible. Para Recinos, Iyulutepet es más que un proyecto: es una enseñanza de vida. “Todo lo que se sueña se puede lograr siempre y cuando comencemos a trabajar. No podemos quejarnos del clima o la deforestación si no hacemos nada al respecto”, reflexionó. Los voluntarios del proyecto, dijo, han sembrado árboles bajo el sol y hasta se han desmayado en ocasiones de cansancio, pero lo hacen sabiendo que algo tiene que hacerse para cambiar las cosas. En cada ascenso al cerro Nahuistepeque, los voluntarios de Iyulutepet llevan consigo no solo herramientas y agua, sino también la esperanza de un futuro más verde. “Es un privilegio observar animales en su hábitat natural. Cada encuentro con la fauna es un recordatorio de que este esfuerzo vale la pena”, expresó Recinos. El “corazón del cerro” late más fuerte cada día, gracias a manos voluntarias que, guiadas por la pasión y el compromiso, han hecho de Iyulutepet un santuario de vida y un llamado urgente a proteger el legado natural de El Salvador. Como afirma Recinos, “si queremos cambios, debemos empezar con nuestro entorno. Este es solo el comienzo”. Fin